En el día de hoy, de tres años diferentes, quedaría
registrado en los almanaques de la historia el método sistemático de violencia
genocida, instaurado por las dictaduras de América Latina.
Era 1973 cuando en Chile, y tras el golpe de Estado que
derrocó y acorraló hasta el suicidio al presidente socialista Salvador Allende,
resonaban como un eco del infierno en el Estadio Nacional, en Santiago, las
balas que acribillaron a Víctor Jara.
Antes de ser ultimado, Víctor escribió:
Antes de ser ultimado, Víctor escribió:
Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Luego le cortaron los dedos, y la lengua. Para que no toque.
Para que no cante. Pero sus canciones siguen protestando y defendiendo la
libertad.
Un año después, en el mismo día, en nuestro país, la muerte
volvía a caer sobre los sectores populares. En Capilla del Señor, Buenos Aires,
la Triple A descargaba 130 balas de 9 mm sobre Atilio López, después de
secuestrarlo en la Capital Federal.
Integrante de la Resistencia Peronista, activo luchador
contra las dictaduras, histórico dirigente de la Unión Tranviarios Automotor, de
la CGT de los argentinos y secretario general de la combativa CGT Córdoba
(aquellas que eran nacionales y populares, que bregaban por los intereses de
los trabajadores y no de los buitres ni oligarcas). Atilio López lideró en 1969
junto a Agustín el Cordobazo, que provocó la caída del dictador Juan Carlos
Onganía. En 1973 el voto popular lo consagró vicegobernador de la provincia,
como compañero de fórmula de Ricardo Obregón Cano, aunque ambos fueron
depuestos en febrero de 1974 por un
levantamiento policial apañado por el ministro de Bienestar Social, qué
tupé el de ponerse tal cargo José López Rega!
Y ya atacada la cultura en Chile, y ya atacado el
sindicalismo y la democracia en Córdoba; restaba la poda de los jardines de la
juventud. En 1976 el general Ramón Camps ordena la llamada "Noche de los
Lápices".
Las fuerzas de inseguridad social secuestran a diez
estudiantes, en su mayoría militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios.
Trasladados por diversos centros de detención y salvajemente torturados, cuatro
podrán salir con vida, quedando a disposición del Poder Ejecutivo. Los jóvenes
asesinados y desaparecidos fueron Claudio de Acha, de 16 años; Daniel Alberto
Racedo, de 18, Horacio Angel Ungaro, de 17, María Clara Ciocchini, de 18 años,
María Claudia Falcone y Francisco López Muntaner, ambos de 16 años. Años
después, este hecho será conocido por la opinión pública gracias a las
denuncias de los sobrevivientes Pablo Díaz, Emilce Moler y Gustavo Calotti.
41 años después del asesinato de Víctor Jara, 40 después del
de Atilio Lopez, y a 38 años de la Noche de los Lápices, la primavera sigue
floreciendo en Latinoamérica, siguen las cuerdas sonando en los corazones, el
movimiento sindical está en pie más allá de los traidores y los lápices siguen
escribiendo la historia, y siguen llenando estadios y están más en alto que
nunca los dedos en V de los jóvenes que ya demostraron que puede haber
altibajos pero el camino sembrado sigue floreciendo y es #Irreversible
Marcelo J. Silvera
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